Le dijeron aquello de las normas están para romperlas. Y quiso sonreír, pero no pudo. Se quitó la ropa a medida que hablaba con él, se dejó únicamente la sinceridad como prenda y le devolvieron sinceridad. Pero también alguna que otra puñalada trapera.
Sintió miedo.
El que no arriesga, no gana.
Pero una cosa era arriesgar... y otra muy distinta hacerse la tonta.
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